Blogia

LIEBREDEMARZO

Inevitable esta viciosidad

Mientras termino El Vizconde demediado y consigo a hacer un post sobre Las penas del joven Werther, esta mañana me ha vencido y estas serán algunas de mis próximas lecturas:

 

1.- Angelina o el honor de un Brigadier. Un marido de ida y vuelta. Jardiel Poncela.

2.- Cartas del diablo a su sobrino. C. S. Lewis.

3.- El loro de Flaubert. Julian Barnes.

4.- Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado. Ian Gibson.

5.- El castillo blanco. Orhan Pamuk.

6.- Las intermitencias de la muerte. Saramago.

Eloisa está debajo de un almendro

Eloisa está debajo de un almendro

 

 

"Hay dos sistemas de conseguir la felicidad: uno, hacerse el idiota, el otro, serlo"

Enrique Jardiel Poncela

 

 

 

"Irse a San Sebastián esta noche, justamente esta noche, que toca ladrones?"

Divertido teatro como no podía ser menos de la mano de Jardiel Poncela.

La sonrisa es permanente durante toda la lectura; diálogos sarcásticos y las más de las veces sin sentido; personajes de locura extravagante, aunque yo al final tenía la sensación de que a pesar que a ellos mismos les gustaba lo de estar y se calificados de locos, no tienen ni un ápice, más bien nos toman, a los lectores, el pelo.

"La de los perros tiene una cabeza que es un carrousel?"

Y durante su lectura habrá quien se pregunte ¿Y Eloísa, además de estar debajo de un almendro, dónde andará? ¿ Y quién será esta señora? Y ¿será igual de distinguida que el resto de personajes? ¿Se parecerá a Mariana, quien más que una muchacha es una combinación química?

La ironía del autor se bebe en cada renglón : ? Y tu padre, que hace veintiún años, el día doce de enero de mil novecientos diecinueve, a las cinco y tres cuartos de la tarde ....? que memoria la de esta mujer, ni el reloj de la Puerta del Sol afina tanto.

Fernando y Mariana están enamorados. Pero al igual que hay una atracción entre ellos que los atrae, a su vez, existe una atracción que los repele. Para saber porqué les ocurre esto, Fernando está convencido que Mariana debe ir a su casa. Aunque para ello tenga que usar cloroformo, cloroformo que por otra parte se lo facilita su tío Ezequiel, quien está inmerso en un proyecto medico-científico que es cualquier cosa menos lo que parece.

Una hermana que tras haber estado desaparecida 3 años aparece tras la puerta de un armario y a esto, sin darle mayor importancia, porque desaparecer, despareció porque sí, porque le apetecía, "llevo desaparecida tres años y ahora que vuelvo nos reunimos toda la familia al completo?".

Los personajes secundarios, que a fuerza del roce están al borde de la locura. Esos perros que están aprendido a hablar para desahogarse. Fermín y sus rutas de tren ...

¿Os vaís o venís?. Venimos. porque para irnos no andariamos de fuera adentro, sino de dentro afuera.

El barrullo es cualquier cosa al final de la obra. Y desenlace ... mejor asomaros a su páginas y averiguad porqué Eloisa está debajo de una almendro.

 


Y leyendo algunos aspectos de su biografía, me da pena que alguien con esa nobleza en la mirada y esas dotes para la literatura, muriera solo y en la pobreza. A veces, la vida es tan injusta. Me consuela pensar que mientras hablemos de sus obras con una sonrisa en los labios y apreciando sus legajos desde nuestros corazones, algunos habrán ardido en la hoguera de las vanidades ....

Cuatro poetas en guerra

értil lectura la de este inteligente libro en días donde el silencio se apoderaba de mis cuatro paredes: como duele el cuerpo y el alma en los días de gripe, fiebre y anginas!!!

Tras el cerrar el libro el primer desconsuelo que tengo es no poder tener respuesta a la pregunta de cuánto le debemos a la generación que vivió y luchó en la Guerra Civil, y si tantas muertes han valido la pena.

A pesar de ser la generación del ´27 mi preferida reconozco no ser una gran conocedora de todos los escritores que la integraron y de aquellos que la rodearon como Machado, Unamuno, Hernández, a quienes hay que añadir Neruda.

El libro es tan valioso tanto por el aporte de datos históricos como por acercarnos a Machado, Juan Ramón Jiménez, Lorca y Miguel Hernández a su lado más humano, ese lado que tanto duele y en cuyo dolor no hay ser ni cosa que pueda consolarnos.

Me confirma este libro en mi teoría de que en momentos duros a nivel global (no solo de un país entero, sino que también de una pequeña comunidad) es cuando las personas están más cercas unas de otras (observar como en los pueblos las personas mayores hablan de un pasado donde todos estaban unidos y observar como el presente ese vínculo no existe). La necesidad hace al hombre hermano del hombre.

También es cierto que en la necesidad descubrimos a nuestros enemigos. El mismo libro da buena prueba de ello. La propia Historia.

¿ Habría sido la literatura española la misma sin esta guerra que dividió a España en dos? La sociedad cambió a raíz de la misma.


CUATRO POETAS EN GUERRA
IAN GIBSON
EDITORIAL PLANETA

Eros y Psique

Caía en mis manos este pequeño librito el pasado fin de semana y que, sinceramente, tras terminar su lectura, no entendía si tenía moraleja o simplemente (esto sería lo más grande) se trataba de una bella y hermosa historia contada sin necesidad de aditivos y conservantes. Por ello me puse rauda a leer el anexo que todas las obras editadas por Atalanta, ponen sello y broche final al libro.

Pero creo que es necesario copia la definición que hace la RAE de la palabra VOLUPTUOSIDAD: Complacencia en los deleites sensuales.

Psique, la más bella mujer que el hombre haya contemplado jamás es desgraciada en amores y para nada quiere tanta belleza si la misma es causa de su desgracia pues hasta Venus la envidia y le desea todo tipo de males, males que son suplicados a su idolatro hijo Eros, quien, enamorado (¿?) de Psique y sin permitir que ésta jamás contemple su rostro, se convierte en su esposo.

Psique tiene dos hermanas, entre las tres jamás ha habido rivalidad pues si bien estas dos últimas no son tan bellas, sin embargo han encontrado esposos en países lejanos mientras que Psique se consume en la soledad, y, económicamente van tirando.

Cuando Eros permite la visita de las hermanas, vemos que las hermanas de Psique la envidian, que, probablemente lo han hecho siempre, pero hasta ahora no había motivo para darlo a demostrar.

Y es tan poderoso el odio que siempre en el espíritu de los humanos que logran destruir el matrimonio de Eros y Psique.

Y es tan poderosa la necesidad de venganza, que Psique es el escalón hacia la muerte de sus hermanas.

Puesta Psique a prueba por Venus, pruebas que supera con ayuda, terminando Eros apiadándose de su mujer, permitiendo el mismo que le encuentre.

La hija fruto del amor es Voluptuosidad.

Este pequeño dato es el que me hace pensar que, haya o no moraleja, el fin y el principio del amor pertenece al campo de la carne y no al del espíritu.

Antonio Betancor dice en sus apostillas “puede que Apuleyo encontrase estimulante lo que para nosotros es una condena a la irresolución, a vivir con ese mojigato temor de que la vida espiritual de la tribu humano no sea más que una tomadura de pelo”. Estas palabras me inducen a pensar más aún en la carnalidad inherente a la fábula de Eros y Psiqué, si no hay más allá ni los dioses existen, vivimos el presente. “Apuleyo debió saber que los rigores de la inteligencia son una turbadora disciplina emocional que exige del alma la prueba de pasar por el infierno de tener que afrontar, una y otra vez, el desvalimiento, la alineación y la humillante y paralizadora inseguridad de no saber nada”.

Y esto me ha pasado a mi tras leer Eros y Psiqué: que no sé nada.

No puedo evitar pensar en el Banquete de Platón tras la lectura de Eros, donde allí era una constante hablar del amor espiritual y de las bondades del enamorado, de las virtudes del amor, aquí en EyS, una bella historia de amor donde, simplemente, triunfa el amor sobre todos los defectos del espíritu: la envidia, la ira, la soberbia, .....

" Sabes que se siente ...."

De madrugada me llamaba un amigo (ya no recuerdo la hora):

 

_ “Sabes que se siente tras un ventanal oyendo caer la lluvia y el viento poseyendo a los árboles mientras se lee a Neruda? No traigas vino, tengo champán en la nevera”.

 

Me preguntó sin requerir una respuesta. Solo necesitaba compañía para leer esos poemas que como hiedra se enredan en el alma y asfixian el corazón.

 

-          “¿ Cúantas veces te has enamorado?!”

-          “ ¿ Cuenta estar enamorada de un río?” – le pregunté.

-          “ Extraño enamoramiento”

-          “Sí, también hubo una vez una golondrina enamorada de una joven. Y ella nunca lo supo”.

-          “ ¿Tú río lo sabe?”

 

No supe que contestar.

MERIENDA DE LOCOS

Disfrutaba de niña con Alicia en el País de las Maravillas y sigo disfrutando ahora de adulta. Y releo y releo sus páginas y no deja de sorprenderme la imaginación de Alicia y la singularidad de sus personajes.

Aquello de que un reloj marque siempre las seis hay personas a quienes les cuesta creer... pero no es tan difícil que ocurra, creedme. Este es mi pasaje favorito.



"--¡No hay sitio! --se pusieron a gritar, cuando vieron que se acercaba Alicia.

--¡Hay un montón de sitio! --protestó Alicia indignada, y se sentó en un gran sillón a un extremo de la mesa.

--Toma un poco de vino --la animó la Liebre de Marzo.

Alicia miró por toda la mesa, pero allí sólo había té.

--No veo ni rastro de vino --observó.

--Claro. No lo hay --dijo la Liebre de Marzo.

--En tal caso, no es muy correcto por su parte andar ofreciéndolo --dijo Alicia enfadada.

--Tampoco es muy correcto por tu parte sentarte con nosotros sin haber sido invitada --dijo la Liebre de Marzo.

--No sabía que la mesa era suya --dijo Alicia--. Está puesta para muchas más de tres personas.

--Necesitas un buen corte de pelo --dijo el Sombrerero.

Había estado observando a Alicia con mucha curiosidad, y estas eran sus primeras palabras.

--Debería aprender usted a no hacer observaciones tan personales --dijo Alicia con acritud--. Es de muy mala educación.

Al oír esto, el Sombrerero abrió unos ojos como naranjas, pero lo único que dijo fue:

--¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?

«¡Vaya, parece que nos vamos a divertir!», pensó Alicia. «Me encanta que hayan empezado a jugar a las adivinanzas.» Y añadió en voz alta:

--Creo que sé la solución.

--¿Quieres decir que crees que puedes encontrar la solución? --preguntó la Liebre de Marzo.

--Exactamente --contestó Alicia.

--Entonces debes decir lo que piensas --siguió la Liebre de Marzo.

--Ya lo hago --se apresuró a replicar Alicia-. O al menos... al menos pienso lo que digo... Viene a ser lo mismo, ¿no?

--¿Lo mismo? ¡De ninguna manera! --dijo el Sombrerero-. ¡En tal caso, sería lo mismo decir «veo lo que como» que «como lo que veo»!

--¡Y sería lo mismo decir --añadió la Liebre de Marzo- «me gusta lo que tengo» que «tengo lo que me gusta»!

--¡Y sería lo mismo decir --añadió el Lirón, que parecía hablar en medio de sus sueños- «respiro cuando duermo» que «duermo cuando respiro»!

--Es lo mismo en tu caso --dijo el Sombrerero.

Y aquí la conversación se interrumpió, y el pequeño grupo se mantuvo en silencio unos instantes, mientras Alicia intentaba recordar todo lo que sabía de cuervos y de escritorios, que no era demasiado.

El Sombrerero fue el primero en romper el silencio.

--¿Qué día del mes es hoy? --preguntó, dirigiéndose a Alicia.

Se había sacado el reloj del bolsillo, y lo miraba con ansiedad, propinándole violentas sacudidas y llevándoselo una y otra vez al oído.

Alicia reflexionó unos instantes.

--Es dia cuatro dijo por fin.

--¡Dos días de error! --se lamentó el Sombrerero, y, dirigiéndose amargamente a la Liebre de Marzo, añadio--: ¡Ya te dije que la mantequilla no le sentaria bien a la maquinaria!

--Era mantequilla de la mejor --replicó la Liebre muy compungida.

--Sí, pero se habrán metido también algunas migajas --gruñó el Sombrerero--. No debiste utilizar el cuchillo del pan.

La Liebre de Marzo cogió el reloj y lo miró con aire melancólico: después lo sumergió en su taza de té, y lo miró de nuevo. Pero no se le ocurrió nada mejor que decir y repitió su primera observación:

--Era mantequilla de la mejor, sabes.

Alicia había estado mirando por encima del hombro de la Liebre con bastante curiosidad.

--¡Qué reloj más raro! --exclamó--. ¡Señala el día del mes, y no señala la hora que es!

--¿Y por qué habría de hacerlo? --rezongó el Sombrerero--. ¿Señala tu reloj el año en que estamos?

--Claro que no --reconoció Alicia con prontitud--. Pero esto es porque está tanto tiempo dentro del mismo año.

--Que es precisamente lo que le pasa al mio --dijo el Sombrerero.

Alicia quedó completamente desconcertada. Las palabras del Sombrerero no parecían tener el menor sentido.

--No acabo de comprender --dijo, tan amablemente como pudo.

--El Lirón se ha vuelto a dormir -dijo el Sombrerero, y le echó un poco de té caliente en el hocico.

El Lirón sacudió la cabeza con impaciencia, y dijo, sin abrir los ojos:

--Claro que sí, claro que sí. Es justamente lo que yo iba a decir.

--¿Has encontrado la solución a la adivinanza? --preguntó el Sombrerero, dirigiéndose de nuevo a Alicia.

--No. Me doy por vencida. ¿Cuál es la solución?

--No tengo la menor idea -dijo el Sombrerero.

--Ni yo --dijo la Liebre de Marzo.

Alicia suspiró fastidiada.

--Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo

--dijo-- que ir proponiendo adivinanzas sin solución.

--Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo --dijo el Sombrerero--, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!

--No sé lo que usted quiere decir --protestó Alicia.

--¡Claro que no lo sabes! --dijo el Sombrerero, arrugando la nariz en un gesto de desprecio--. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca con el Tiempo!

--Creo que no --respondió Alicia con cautela--. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.

--¡Ah, eso lo explica todo! --dijo el Sombrerero--. El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, supón que son las nueve de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle al Tiempo tu deseo y el Tiempo en un abrir y cerrar de ojos haría girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de comer!

(«¡Cómo me gustaría que lo fuera ahora!», se dijo la Liebre de Marzo para sí en un susurro.)

--Sería estupendo, desde luego --admitió Alicia, pensativa--. Pero entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?

--Quizá no tuvieras hambre al principio --dijo el Sombrerero--. Pero es que podrías hacer que siguiera siendo la una y media todo el rato que tú quisieras.

--¿Es esto lo que ustedes hacen con el Tiempo? --preguntó Alicia.

El Sombrerero movió la cabeza con pesar.

--¡Yo no! --contestó--. Nos peleamos el pasado marzo, justo antes de que ésta se volviera loca, sabes (y señaló con la cucharilla hacia la Liebre de Marzo).

--¿Ah, si?-- preguntó Alicia interesada.

--Si. Sucedió durante el gran concierto que ofreció la Reina de Corazones, y en el que me tocó cantar a mí.

--¿Y que cantaste?-- preguntó Alicia.

--Pues canté:

"Brilla, brilla, ratita alada,
¿En que estás tan atareada"?

--Porque esa canción la conocerás, ¿no?

--Quizá me suene de algo, pero no estoy segura-- dijo Alicia.

--Tiene más estrofas --siguió el Sombrerero--. Por ejemplo:

"Por sobre el Universo vas volando,
con una bandeja de teteras llevando.
Brilla, brilla..."

Al Ilegar a este punto, el Lirón se estremeció y empezó a canturrear en sueños: «brilla, brilla, brilla, brilla... », y estuvo así tanto rato que tuvieron que darle un buen pellizco para que se callara.

--Bueno --siguió contando su historia el Sombrerero--. Lo cierto es que apenas había terminado yo la primera estrofa, cuando la Reina se puso a gritar: «¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!»

--¡Qué barbaridad! ¡Vaya fiera! --exclamó Alicia.

--Y desde entonces --añadió el Sombrerero con una voz tristísima--, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora son siempre las seis de la tarde.

Alicia comprendió de repente todo lo que allí ocurria.

--¿Es ésta ia razón de que haya tantos servicios de té encima de la mesa? --preguntó.

--Sí, ésta es la razón --dijo el Sombrerero con un suspiro--. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.

--¿Y lo que hacen es ir dando la vuelta? a la mesa, verdad? --preguntó Alicia.

--Exactamente --admitió el Sombrerero--, a medida que vamos ensuciando las tazas.

--Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa? --se atrevió a preguntar Alicia.

--¿Y si cambiáramos de conversación? - (...)"